Antífonas e Himnos Litúrgicos
La liturgia mariana es abundante y riquísima en su contexto, todas las iglesias le han cantado y tributado loores en las diferentes festividades de la Virgen. Veamos parte de su contenido.
1. liturgia oriental
“Al cantar las glorias de tu Hijo, te alabamos a ti también, ¡oh Madre de Dios y su templo viviente!... ¡oh Purísima!, no desprecies las peticiones del pecador, porque aquel que sufrió por nosotros tendrá también misericordia y nos salvará. ¡Oh Cristo! he aquí a tu Madre, a la que te concibió en su seno sin pérdida de su virginidad, continuando virgen después; te la presentamos para que sea nuestra abogada, oh tú que eres misericordia; tu que concedes el perdón a los que te dicen desde su corazón: Acuérdate de mí, ¡oh Señor cuando entres en tu reino!”
“¿Cómo te podré alabar dignamente, oh castísima Virgen? Porque tú sola entre los hombres eres toda santa y a todos das el auxilio y gracias que necesitan. Todos los que habitamos en la tierra hemos puesto en ti nuestra esperanza. Fortifica nuestra fe, brilla en las tinieblas de este mundo mientras los hijos de la Iglesia cantamos tus alabanzas. Trono de los querubines, tú eres la puerta del cielo; ruega siempre por nosotros para que seamos salvos en aquel terrible día. Amén”.
“Que tu intercesión nos proteja siempre, ¡oh Madre purísima!, y ayúdanos en las necesidades según tus deseos. Somos desterrados en esta tierra y tenemos ante los ojos siempre nuestro fin, y, así y todo, muchos de los nuestros perecen. Ayúdanos con tus oraciones, ¡oh Doncella misericordiosa! y sé siempre nuestra abogada para que nuestra mala voluntad no nos pierda. Bendita y Santa María, ruega a Dios por nosotros, ya que tú llevaste en el seno, para que se apiade de nosotros por tu intercesión”. Amén
Títulos que le da esta liturgia la Virgen María:
Templo perpetuo
Vestíbulo sacerdotal
Columna elegida
Árbol florido
Jardín del Hijo celestial
Lámpara del universo
Luz de las estrellas
Muro indestructible
Extensión del Cielo
Velo de lino fino
Ciudad de joyas
Esposa celestial
Incensario seráfico de oro
Abundancia de profecías
Madre de justicia
Doctrina de paz
Vino de dulces uvas
Madre del sol glorioso
Libro de la vida
Vaso de nuestras riquezas
Saciedad de los que tienen hambre
Reina del amor
Puerta del paraíso
Auxilio de los pecadores.
Superabundancia en tiempo de frutos
Y compensación de los años de hambre.
Títulos que se le da a la Virgen:
Hija de David.
Arca de la alianza, envuelta en oro purísimo.
Flor de Jesé, que trajiste a la tierra el Salvador.
Jardín cerrado donde Dios habita.
Carro del Padre, radiante de la luz divina.
Escala de Jacob, coronada por el Espíritu de Dios.
Incensario de plata, lleno de ardientes brasas.
Luz esplendente.
Luz del paraíso.
Fuerza de Sansón.
Vara de Aarón, que floreció sin ser regada.
Manojo de mirra que Moisés vio coronado de llamas en el monte Tor.
Vaso de alabastro.
Tesoro precioso.
Torre de marfil.
Cúpula de Moisés.
Viña llena de fruto.
Trono de Dios que Daniel el profeta vio sobre los serafines.
Altar sagrado que habita Dios.
Virgen Inmaculada prometida al esposo.
“Ven, Espíritu Santo, creador Dios de amor: Tú hiciste a la Virgen María tu madre según la humanidad, bendita entre las mujeres y feliz por todos los siglos; renueva en nosotros la fe en tu Hijo, verdadero Dios y verdadero hombre, y la acción de gracia por todas las maravillas de la Encarnación, por Cristo, nuestro Señor.
Ven, Espíritu Santo, creador Dios de la gloria. Tú alegraste a María, tu humilde servidora, con la venida del Mesías, y le inspiraste un cántico de gozo y de victoria. Humilla nuestro orgullo, arruina nuestra prepotencia, a fin de que en la humildad y la pobreza, podamos encontrar la verdadera fuerza y la riqueza verdadera, por Cristo, nuestro Señor.
Ven, Espíritu Santo, creador Dios compasivo. Tú asociaste a María a los sufrimientos de su Hijo, para asemejar su Corazón a los dolores del Crucificado; haz que encontremos el gozo en padecer por el Evangelio, y que completemos en nuestro cuerpo lo que falta a los dolores de Jesús por su Cuerpo, la Iglesia, por Cristo, nuestro Señor”.
Cuatro son las grandiosas antífonas marianas que se recitan después de laúdes y de completas, cada una en su propio tiempo:
Se recita desde el primer domingo de Adviento hasta la Purificación. Esta antífona se atribuye al famoso monje de Reichenau, Hernán Contracto:
“Virgen, del Redentor
augusta Madre,
Del cielo puerta abierta
y estrella de la mar, ayuda al pueblo
Que cae y que se esfuerza por levantarse: Tú que eres asombro
De la naturaleza, engendraste al Señor que te engendrara,
y en virginal pureza, antes como después, permaneciste.
Por aquel saludo que de los labios de Gabriel oíste,
Ten ahora piedad de los que pecan”.
Se recita desde la Purificación hasta el jueves santo. Compuesta en el siglo XII, su autor se desconoce, aunque algunos se lo atribuyen a San Bernardo:
“Salve, reina de los cielos;
Salve, dueña de los ángeles;
Salve, raíz, salve puerta,
por donde la luz sale al mundo:
gózate, Virgen gloriosa,
y entre todas la más bella;
adiós, oh pura hermosura,
y por nosotros a cristo ruega”.
Se recita durante el tiempo pascual. Esta antífona se le atribuye al Papa Gregorio V:
“Reina del cielo, / alégrate, aleluya;
Porque aquel que en tu seno mereciste llevar, aleluya
Resucitó, como lo dijo, aleluya:
Ruega por nosotros a Dios, aleluya”.
LA SALVE REGINA
Se recita durante todo el resto del año. Son algunos a quienes se les atribuye esta antífona: Ademaro de Monteuil (1098), Pedro de Mezonzo, obispo de Compostela (s. XI) y finalmente, a San Bernardo. Todos los estudiosos están completamente de acuerdo en que San Bernardo es el autor de la última frase:
“Dios te salve, reina y madre de misericordia;
Vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.
A ti clamamos los desterrados hijos de Eva.
A ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
Oh clementísima. oh piadosa, oh dulce Virgen María”.
4. HIMNOS LITÚRGICOS
En el evangelio de San Lucas (1, 46-56) encontramos el cántico del Magnificat que se reza todos los días en las vísperas. En su primera parte se halla la más grandiosa exaltación de la “humilde esclava”. Dios ha querido que la misma Virgen María inspirada por el Espíritu Santo, alabe al Señor proclamando las grandezas que el Altísimo ha realizado en su Ser; y en la segunda parte exulte su poder misericordioso:
«Engrandece mi alma al Señor
y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador
Porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava,
por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,
porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre
y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
-como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos.»
Estaba la Madre Dolorosa. Su composición se atribuye a Jacobo Benedetti más conocido con el despectivo de “Jacopone” de Todi, franciscano, uno de los más preclaros trovadores de la poesía religiosa. También compuso el Stabat de la Cruz y el Stabat del Pesebre, verdaderas joyas de la literatura religiosa:
“La madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía;
cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.
¡Oh cuán triste y cuán afligida
se vio la Madre bendita
de tantos tormentos llena!
cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
Y ¿cuál hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo en tanto dolor?
¿y quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?
Por los pecados del mundo
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.
¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en El que conmigo.
Hazme contigo llorar,
condolido muy de veras
sus penas mientras vivo;
porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.
¡Virgen de Vírgenes santa!,
llore yo con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea;
porque su pasión y muerte
sienta en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore
y que en el viva y more
que es fe y de amor indicio;
porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.
has que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance de vida y alma estén;
porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.
Salve Estrella del Mar. Fue el Himno más conocido durante la Edad Media. Su composición se atribuye a San Venancio Fortunato († 601). Anteriormente se rezaba en las Vísperas de casi todas las festividades de la Virgen María:
“Salve, Estrella del mar,
santa Madre de Dios,
madre siempre virgen,
dichosa puerta del cielo.
Tú, que fuisteis saludada
por el ángel Gabriel
como Madre de los vivientes, nueva Eva, concédenos la paz.
Rompe las cadenas de los pecados,
da luz a los ciegos,
líbranos de todo mal
y haz que Dios nos dé la felicidad.
Muéstrate siempre como Madre,
que por medio de ti reciba nuestra
súplica aquel que se hizo hijo tuyo,
aquel que se hizo carne por nosotros.
Entre todas piadosa,
Virgen que no tiene par,
Virgen dulce entre las vírgenes,
infúndenos un corazón sencillo y puro.
Haz que nuestra vida sea santa,
da seguridad a nuestro camino,
a fin de que, contemplando a Jesús,
participemos siempre de tu gozo.
Alabanza a Dios Padre,
gloria a Cristo soberano,
así como al Espíritu;
los tres igual honor”.
AKÁTHISTOS: HIMNO ORIENTAL MÁS FAMOSO
El himno litúrgico “Akáthistos” en honor de la Madre de Dios, es el poema mariano más célebre de la antigua iglesia oriental. Akáthistos significa “estando de pie”.
Este himno se canta y escucha de pie. Posiblemente fue compuesto a fines del siglo V. Su composición se le atribuye a San Romano Cantor. Contiene 24 estrofas compuestos por una o varias partes a la vez.
Así comienza el himno Akáthistos en su primera parte:
“El primero de los Ángeles
fue enviado del cielo
a decir “Dios te salve” a la Madre de Dios;
y con voz angelical,
Contemplándote, oh Señor, hecho hombre
Extasiado quedó
y así le cantaba:
Salve, por ti resplandece la alegría
Salve, por ti se eclipsa la maldición,
Salve, perdón de Adán, el caído
Salve, rescate de las lágrimas de Eva,
Salve, Oh cima encumbrada a la mente de los hombres,
Salve, abismo insondable a los ojos de los ángeles,
Salve, porque tú eres trono del Rey,
Salve, porque llevas a aquel que todo lo sostiene,
Salve, estrella que nos anuncia el sol,
Salve, regazo de la divina encarnación,
Salve, por ti la creación se renueva,
Salve, por ti el Creador se hace niño,
Salve, ¡esposa inmaculada!”.
Al que tierra, mar y estrellas
temen, adoran y aclaman,
el que triple mundo rige,
le llevas en tus entrañas.
Al que luna, sol y mundos
acatan en todo tiempo,
le encierra, de gracia llena,
una doncella en su seno.
Oh tú, Madre bien hadada,
cuyo artífice supremo
que en sus dedos tiene el orbe,
se encerró en tu sacro seno.
Dichosa por el mensaje,
fecunda por el Espíritu,
el que fue del mundo anhelo
a tu seno bajar quiso.
Gloria, Jesús, a ti sea,
que de María has nacido,
con el Padre y el Paráclito,
por los siglos de los siglos. Amén (Oficio Parvo de la Virgen María).
Tú eres glorificada por toda criatura,
por los coros de los ángeles
y de los hombres,
¡Oh llena de gracia!
¡Templo santo!
¡Paraíso espiritual!
¡Alabanza virginal!
De ti tomó Dios su carne humana.
Aquel que, desde siempre, es nuestro Dios,
se hizo niño pequeño.
De tus entrañas hizo un trono.
Hizo tu vientre más suntuoso que los cielos. (San Basilio Magno)
Tú eres toda hermosa,
¡oh Madre del Señor!;
tú eres de Dios gloria,
la obra de su amor.
¡Oh rosas sin espinas,
oh vaso de elección!,
de ti nació la vida,
por ti nos vino Dios.
Sellada fuente pura
de gracia y de piedad,
bendita cual ninguna,
sin culpa original.
Infunde en nuestro pecho
la fuerza de tu amor,
feliz Madre del Verbo,
custodia del Señor. Amén. (Liturgia de las Horas. Vísperas de la Inmaculada)
(Curia Juvenil Madre de Cristo)- Maracaibo.