Las oraciones de la Legión son
invariables. Ni siquiera en las invocaciones está permitido poner ni
quitar nada, si en ello pudiese haber la menor discusión sobre la
legitimidad de hacerlo; ni está permitido introducir Santos nacionales,
locales o de particular devoción.
Esta regla reclama sacrificio; pero sacrificio que
se pide sólo después de haber hecho otro, y grandísimo; como concederán
gustosamente cuantos reconozcan el país donde se ha formulado esta
regla, y el entrañable afecto que sientes sus habitantes a su Apóstol
nacional.
Verdad es que tolerar invocaciones particulares no
constituiría de suyo una gran desviación del uso común; así y todo
dejaría entrar un germen de discrepancia, cosa que la Legión mira con
horror.
Y, ya que el alma de la Legión se revela en sus
oraciones, es muy justo que éstas, al ser articuladas en las distintas
lenguas que con el tiempo las adopten, sean ejemplo - por la estricta
uniformidad de las mismas - de esa perfecta unidad de miras y de
corazones, de reglamento y de práctica, a la cual exhorta la Legión a
cuantos militan bajo su bandera en cualquier nación.
"Así sois hijos de Cristo, sedlo también de
Roma" (San Patricio).
"Señor mío, dadme la gracia de trabajar por conseguir las cosas que
os pido (Santo Tomás Moro).